Desde siempre, las organizaciones se han enfrentado a delicados y complejos procesos de venta de sus productos/servicios a otras compañías. Durante muchos años se han formado increíbles equipos de vendedores capaces de encontrar la vía para realizar la venta a otras empresas. Durante todo este tiempo, el marketing era un añadido menor en ese proceso y era más valioso el poder comercial de la fuerza de ventas. Sin embargo, con la digitalización, la forma en la que los compradores y prescriptores interaccionan ha sufrido un vuelco radical y aparecen nuevos canales, etapas y touchpoints en el Journey que se sigue hoy en día en un proceso de compra en modelos B2B. Para mejorar y dinamizar estos procesos comerciales, se ha tenido que recurrir a diversas técnicas de marketing avanzado para enriquecer esas etapas con el fin de hacer más eficientes los presupuestos de captación y fidelización de cuentas corporativas. Dentro de estas estrategias de mejora del proceso, surge el Account-Based Marketing (ABM). La línea maestra en la que se apoya ABM es la integración de las actividades de marketing y ventas en un único proceso totalmente alineado y apoyado con la tecnología y los contenidos adecuados para personalizar las interacciones con cada uno de los profesionales de la empresa con la que se desea hacer negocio. La metodología ABM tiene 6 pasos muy claros y estructurados que deben acometerse:

  1. Identificación. La primera de las etapas consiste en analizar el listado de clientes potenciales que tiene la empresa y seleccionar un listado de aquellas que cumplan una determinada segmentación que las haga relevantes para nuestra estrategia comercial. Definimos por lo tanto el perfil de cuenta (ICP – Ideal Customer Profiles). Es necesario entender muy bien todas las variables internas y externas alrededor de esas compañías para poder construir aspectos relevantes para ellas. Adicionalmente, necesitamos conocer claramente las personas de la organización que intervendrán en el proceso comercial y también identificarlas y conocerlas con las herramientas de investigación que estén a nuestro alcance.
  2. Atracción. Con el listado de cuentas a las que abordar claro y quienes son las personas clave, debemos construir la primera interacción para iniciar una relación. Estamos en la fase más inicial de proceso y no debemos utilizar comerciales. Simplemente, queremos atraer el interés con un modelo con más de inbound.
  3. Interacción. Tan pronto iniciamos la relación con nuestro potencial comprador, tenemos que continuar dando pasos para que la interacción avance y con ello, empecemos a ser más relevantes, obtengamos más información (nurturing) y empecemos a cualificar a esos contactos (scoring). Todo ello apoyado en mucho contenido (por los canales adecuados) y lo más personalizado posible (incluso llegando al 1to1).
  4. Conversión. Tan pronto detectemos que el cliente potencial avanza hasta el nivel que fijemos adecuado, será el momento de que el equipo de ventas entre en acción. Habrá llegado el cliente a un estado que denominamos SAL (Sales Accepted Lead) y hay que iniciar la presentación de la propuesta pertinente. ¿La diferencia con tiempos pasados? La cantidad de información que tenemos ya del cliente y lo que ha empatizado con nosotros.
  5. Venta. El fin está claro: vender. Por lo que la propuesta comercial nos debe llevar a conseguir ese objetivo de conseguir un cliente. Con ABM aspiramos a que el valor del contrato que hagamos sea sustancialmente superior al que obtenemos sin un proceso dirigido por la metodología adecuada. Por lo tanto, subimos la tasa de conversión a venta, pero encima con un mayor rendimiento.
  6. Medición. El proceso está vivo. La información está viva. El cliente está vivo. Y como tal debemos analizar como estamos efectuando los pasos y si cambian aspectos y variables en el ecosistema. La respuesta es sencilla. Evidentemente el ecosistema está vivo y debemos fijar KPIs de medición de todo el proceso para mejorarlo y optimizarlo.
ABM no es para todas las cuentas a las que queramos vender. Solo para una cuantas que cumplan patrones iguales. Si no, la personalización será irrelevante. Y además hay otras metodologías más eficientes. Pero eso ya lo abordaremos en otro capítulo. Por Jorge Aguilar, profesor de ESIC